Vistas de página en total

jueves, 16 de agosto de 2012

Marcelino, nopales y pemoles

Marcelino salió temprano de su casa, aquella mañana se sintió más cansado que nunca. Había sido un año malo para la siembra. Se le estaba haciendo muy complicado juntar el dinero para la comida y las reparaciones que tenía que hacer en el cuartito que había construido apenas hace un año para Beto y José ,sus hijos que tanto adoraba a un lado de la cocina de su casa. No sabía que sucedía, a veces la vida parecía tan dura, tan difícil. Otros días, no podía más que admirar el cielo y las nubes, o agradecer por el olor del orégano, la gobernadora y la damiana que crecían cerca del río y le hacían sentirse lleno de vida, muy cerca de Dios. Todos los días al amanecer, se levantaba con la fe de que el día siguiente sería mejor, sabía que la única manera de no perder la esperanza era teniendo fe. Nada viene de a gratis, repetía, hay que trabajar para tener. Caminó despacio por entre los surcos secos, tenía que traer algo de leña para la estufa de su mujer… que llueva, que llueva la virgen de la cueva, cantaba despacito para sus adentros y a medida que avanzaba su canción iba subiendo de tono, los pajaritos cantan, ¡qué sí!, ¡qué no! … Que caiga un chaparrón (canción popular)…. ¿Qué puedo hacer? Se preguntaba, si no veo como salir de esta situación… no hay semilla para pastizales, ni comida para los puercos, las gallinitas apenas nos dan huevos para desayunar y la ayuda estatal para frijoles y tortillas, lo único bueno es que mis niños tienen escuela, no vivirán lo que nosotros. Desde hacía un mes su tarea diaria era levantarse a cortar nopales, los picaba y los ponía en bolsitas mientras su mujer hacia pemoles con harina de maíz, azúcar y algo de manteca que conseguía por aquí y por allá. Luego juntos, se iban por la carretera a vender lo que podían en largas y agotadoras jornadas. En el pueblo se sentía el desanimo, la gente no veía para cuando se mejoraría la situación. No puedo seguir así se dijo, necesito pensar. Sabía que casi todos sus amigos habían decidido irse de mojados para ver si del otro lado había una oportunidad mejor. Marcelino no quería, había hecho un berrinche de coraje que le había hecho derramar bilis el día que se lo propusieron, conocía las historias de muchos que se habían ido. Unos, nunca regresaron. Otros, se perdieron para siempre, los menos regresaron con dinero para la familia después de 5 o 10 años. Amaba muchísimo a sus hijos y a Candita su esposa, solo de pensar en no verlos le entraban escalofríos y una especie de fiebre en el cuerpo. No sabía leer ni escribir, su mujer si había aprendido y sacaba unos cuantos pesos escribiendo cartas regularmente para los que tenían parientes que se iban de indocumentados. Hacia un gran esfuerzo para que las cosas salieran lo mejor posible. Al amanecer, cuando lo veía inquieto sobre el camastro sobre el que dormían, le decía con una sonrisa de sandia, ¡Dios proveerá, no pierdas la fe! … eso siempre lo hacía sonreír y sentirse mejor. Marcelino se sentó en medio del sembradío sin sembrar y se quedo mirando a lo lejos. El sol brillaba y las nubes hacían formas diferentes, eso lo distrajo por un momento. Una vaca, un perro, una flor decía en voz alta tratando de adivinar… una casa, una gallina, un camión… y sonreía porque algunas nubes no parecían nada pero él, de todos modos les encontraba forma. Respiró hondo, tanto que el pecho casi se le revienta, con mucha atención escuchó a lo lejos el murmullo del río que casi no llevaba agua, pero seguía ahí y se repitió otra vez… ¡Nada viene de a gratis, hay que trabajar para tener! Esta vez en voz alta y con más fuerza. En la mente, tenía a sus hijos jugando entre los árboles por las tardes después de llegar de la escuela, a Candita amasando los pemoles, pronto empezarían las aguas, lo sentía en los huesos. Hay que sonreírle a la vida, es la única manera de salir adelante, hay que estar bien con uno mismo, hay que sacar fuerzas de donde se pueda se decía….de pronto, empezó a silbar, le encantaba silbar muy fuerte todas las canciones que se sabía. Mientras caminaba, le cayó una gota de agua. Volteo al cielo y dijo, ah con que me oíste eee?, tons ¡ahí estas!… y se contestó el mismo, ¡Sí! aquí estoy yo, aquí sigo y seguiré, se agacho para ir recogiendo varitas de madera porque había que cocer los pemoles de su vieja antes de que se hiciera más tarde. Alicia Amelia villarreal Brictson

No hay comentarios: