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jueves, 16 de agosto de 2012

Una probadita de la novela.... La insólita historia de Carmen

1 Carmen Ríos El Sol de México. 30 de Marzo del 2005. Crecen fraudes a mujeres de edad avanzada en ciudades de provincia. Solo se denuncian el 5%, el gobierno imposibilitado de tomar cartas en el asunto. Carmen Ríos había intentado hacer una cita con un psicólogo 6 ó 7 veces, la verdad es que ya no recordaba con certeza cuantas. En ocasiones, pensaba que de necesitarlo preferiría un psiquiatra a un psicólogo por el asunto ese de que el psiquiatra podría recetarle algunas drogas de las que llaman psicotrópicas, que según ella y de acuerdo a su forma de ver SU vida la forzarían a volver a la normalidad. Otras veces, había pensado en visitar a un sacerdote, sin embargo para ninguna de las dos opciones que daban vueltas repetidamente en su cabeza, tenía suficiente voluntad. No sabía si tenía miedo de descubrir que estaba loca o que había sido una víctima de sus malas decisiones. No sabía que pensar, solo sentía un fuego que a menudo la quemaba de adentro hacia fuera, le calcinaba las entrañas, le subía por las venas a la cabeza y la hacía sentir que explotaba, hervía en su interior y no se apagaba. A menudo pensaba, que lo que más se parecía a esa sensación eran las tan padecidas agruras, pero a fuerza de “peptos” se había dado cuenta que era algo más lo que aquejaba su alma y su corazón. Carmen sabía que era dos personas diferentes; una de ellas forzada por el miedo a mantenerse oculta, otra con la que convivía a diario medio loca y dicharachera. Todo empezó 40 años atrás, Carmen nació en el seno de una familia como cualquiera, de clase media con una casa común y una vida común. Su papá trabajaba en un banco desde hacía años, de ahí su fascinación por el dinero. Su mamá, una mujer relativamente joven, se dedicaba a las la-bo-res del ho-gar (o a lo que esta frase tan trillada significara), tenía tres hermanos y había tenido una hermana que murió en 1984, suceso que marcó su vida irremediablemente y que la mantenía despierta durante noches enteras, durante largas horas presa, de una pesadilla que se repetía continuamente en la que soñaba que su hermana estaba perdida y que no podía encontrarla. Su papá era un tipo sencillo; trabajador, adicto al fútbol, al beisbol, al golf, a todos los deportes principalmente televisados. Su mamá, gozaba de ir a las tiendas y comprar todo aquello que se encontraba rebajado, le gustaba tejer bufandas y jugar a las cartas con sus amigas muy de vez en cuando, pero lo que más gozaba, lo que verdaderamente la hacía feliz era ir de compras aunque pocas veces compraba algo. Su otra obsesión, era su familia quien constituía el centro de su vida. Sus hermanos, a diferencia de la típica historia, eran trabajadores, inteligentes y luchones, todos bien parecidos y partidos prometedores (descripción integra de su madre). En la actualidad todos estaban felizmente casados y habían formado sus propias familias. Ella, una chica de esas que hay en todos lados "no muy popular" baja de estatura, un poco más redonda de lo que deseaba, muy inteligente y no muy comunicativa. Le gustaba permanecer horas en soledad sobre su cama, o sobre cualquier sillón de la casa, leyendo novelas de amor y de aventuras que por curiosidad empezó leyendo en la revista “Vanidades” y más tarde en pasquines como “Julia” o “Novelas de Amor”. Sus historias preferidas eran las que se desarrollaban en la Edad Media, sobre todo las súper dramáticas que eran sus favoritas, conjuntaban todo el misterio y la magia de que su vida carecía. Sus lecturas le permitían momentos de verdadera catarsis en los que lloraba profusamente como un día de tormenta veraniega. Carmen era de esas personas que tendía a hablar consigo misma en todo momento; cuando estaba sola, mientras caminaba, pensaba en voz alta haciendo planes para su vida una y otra vez. A veces se detenía en plena calle a tomar nota de sus pensamientos, no fuera a ser que se le olvidaran al llegar a casa o al prender el radio y tararear una canción. Otra característica que llamaba la atención de la gente que la conocía, era su necesidad exacerbante por estar acompañada, tendía a sentirse sola la mayoría de las veces, aún estando rodeada de gente, inclusive en una de esas larguísimas filas del cine en vacaciones de verano. Carmen imaginaba a veces que caminaba entre sombras, nadie parecía verla u oírla, nadie entendía que era diferente, casi fantasmal como el personaje del aquel cuento que había leído de Luís de la Cuesta, su maestro de literatura en el colegio. En ocasiones, “la Chata” como solía llamarla su padre, se sentía confundida, bastaba que escuchara una canción o algún pensamiento fugaz para que las lagrimas prácticamente le saltarán de los ojos, “quedaste sensible desde lo de angelita, tu hermana” le decía su abuela, pero ella había llegado a pensar que era víctima de un mal mental, ¿sería acaso esquizofrenia, bipolaridad o paranoia?, o tal vez una enfermedad sin remedio, nunca lo averiguó. En sus tardes solitarias, entre la lectura y las palomitas de maíz que tanto disfrutaba, le gustaba ver películas tristes como aquella de Julia Roberts “Cuenta conmigo” en la que la ex de su novio se muere de cáncer y a ella le toca apoyarla por sobre todas las cosas, se sentaba frente al televisor y sentía como la pena la invadía, tenía la firme y rara convicción de que los que mueren no se van por completo, que caminan por ahí a nuestro lado viendo todo lo que hacemos y escuchando lo que decimos, “la Chata” sentía a Ángela cerca de ella todo el tiempo, rondando por ahí, en los ojos y en las caras de otros. Los padres de Carmen la sabían diferente pero se esforzaban por ver en ella lo que ellos deseaban, querían que se casara con un buen hombre, tuviera hijos y que cuidara de ellos cuando fueran mayores, que los visitara una y otra vez con unos nietecitos lindísimos que los adoraran. Después de la muerte de Ángela, su hermana menor, ellos se sentían siempre preocupados y trataban de que todos a su alrededor fueran felices, aunque a veces, en el intento daban demasiado y pedían demasiado. La verdad, ella había ingresado a la universidad sin ánimos de encontrar a nadie; ni pareja, ni amigos, realmente no había conocido a nadie que le interesara suficiente. No había tenido novios formales, ni íntimos, todo lo que deseaba era estudiar y ser una profesionista exitosa, decidió estudiar derecho porque siempre se sintió abogada de causas perdidas y como soñadora que era, pensaba que el mundo podía cambiarse con un poco de esfuerzo. Su carrera le parecía una plataforma ideal para iniciar su lucha. Después de mucho pensarlo, entró a la carrera de derecho en la UNAM, y una vez más, se perdió entre una multitud de personas que no la veían siquiera. Un día, conoció a José Antonio en su clase de Derecho Romano y se enamoró perdidamente, José Antonio Villasana nunca lo supo, ni siquiera lo sospechó, ella estaba siempre ahí para él, pero ella parecía ser una aparición que nadie podía ni siquiera intuir, siempre que había planes, invitaciones extraescolares, o cualquier cosa que no se relacionara con la escuela, Carmen no era requerida, “Juancho” como Carmen le llamaba, ni siquiera se sentía mortificado al respecto. Esto, y el hecho de que a la carrera le faltaba la pasión que ella había supuesto tenía, pronto le hicieron perder el entusiasmo por el estudio y abandonó la carrera decepcionada de sus profesores, grandes jueces y abogados que apenas tenían tiempo para dedicarle a los alumnos, y que faltaban tanto a clases que parecía que asistían a la escuela en calidad de asesores, más que de docentes. Había pasado mucho tiempo desde entonces, y aquí estaba 20 años después soltera, sola y viviendo en la ciudad de México, en el DF como le conoce la mayoría. Hacía 4 años que no iba a su casa en Pátzcuaro Michoacán, y hacía dos que escasamente sabía de sus padres, trabajaba en una librería en el sótano de la avenida Juárez en la que apenas ganaba para medio vivir en una vecindad perdida en el centro de la ciudad. La única razón por la que Carmen seguía ahí, viendo pasar las horas, los días y las semanas, era porque tenía cerca una librería que le servía de biblioteca personal y que como a Don Quijote la hacía vivir mil historias a través de los relatos en cada lectura. Con cada libro leído, Carmen alimentaba su sed de fantasía y de irrealidad, siempre que podía llenaba su cabeza de ideas locas, fantasías que cada vez ocupaban más y más su mente. Sabía de todo, leía los periódicos y probaba su destreza mental recordando los nombres de intelectuales de todo tipo; escritores, pintores, artistas. De políticos importantes; diputados, senadores, secretarios de estado, etc. Recitando sus puestos y roles de memoria. Con un gran esfuerzo, había comprado una computadora y gracias a un amigo y al password "chueco" que le consiguió, podía conectarse durante horas a internet y viajar, viajar y viajar hasta perderse de la realidad que tanto pesaba sobre sus hombros. Para complementar la idea que tenían de ella los que la conocían, empezó a vestirse de pantalones de mezclilla, T-shirts grandísimas, y claro de una variedad considerable de flip flops como les llaman ahora a las conocidas patas de gallo. Carmen sabía que tenía que hacer algo y pronto, debía buscar un mejor trabajo, la vida pasaba rápidamente, pero ella seguía estática, sin avanzar mientras los días pasaban de largo. En realidad, nunca supo como se le ocurrió aquella idea, pero de esta idea nació su plan. Para cualquiera que lo hubiera escuchado parecería una mezcla de las novelas de Danielle Steel, John le Carré, Irving Wallace y de Agatha Christie, la idea de que podía inventarse una vida, ir a donde nadie la conociera empezó a ocupar su mente durante los tediosos momentos que pasaba en su tediosa casa. Sabía que con la información que tenía, lo que había aprendido en los libros, en las revistas y toda la información a su alcance en Internet, tendría suficiente material para armar su propia intriga y recomponer su historia; una nueva historia para Carmen, una insólita historia para Carmen. Quieres leer más...buscala en http://bookstore.palibrio.com/Products/SKU-000531472/La-inslita-historia-de-Carmen.aspx

Cuentos de Ratones

¿Porque estas tan triste ratoncito? le dijo mamá ratona a su hijo, no se mamá hay días en que me siento así cuando llueve, no puedo salir a jugar con mis amigos, el cielo esta gris y todo está húmedo. La lluvia es necesaria para la vida hijo, sin la lluvia las flores no crecen, los animalitos como nosotros no tenemos que comer y la tierra que los campesinos siembran no está lista para un nuevo año de cosechas. El clima ha cambiado antes podíamos predecir las temporadas de lluvia, sabíamos que meses eran lluviosos y cuales secos y todos podíamos prepararnos, pero ahora algo pasa que de pronto pasan muchos meses sin llover, la tierra se seca y los arboles no dan sus frutos como deberían. La lluvia es una bendición viene para lavar el cielo y la tierra, para humedecer el ambiente y trae mucha alegría a la gente que vive de la tierra. Así que no estés triste ratoncito, ¡anda! Ponte tus botitas de lluvia y sal a jugar, brinca en los charcos y baila mientras las gotitas caen sobre tu cabeza. Ratoncito hizo lo que su mamá le sugirió, salió y brincó de charco en charco y mientras pensaba en todo lo que le ella le platicó se sintió feliz. Alicia Amelia Villarreal Brictson

Vacaciones y cucarachas

A como me chocan las cucarachas, le dijo Mary a Catalina mientras limpiaba por quinta vez la cocina de su casita. Por más que le pongo hojitas de laurel machacadas como hacia mi tata o me gasto un dineral en insecticida vuelven una y otra vez. ¡Hay tu!, le contestó Catalina, si no eres la única que sufre con eso, hay mas tipos de cucarachas que de gente en el mundo, dicen que son como 4 mil ¿tú crees? como piensas que nos las vamos a acabar si es bien difícil, mi tía Jose les pone acido bórico de ese que venden en la farmacia revuelto con masita y con agua o leche, un día les puso tanto, que casi envenena al perro. A propósito comadre, ¿Qué van a hacer para Semana Santa? Nosotros siempre nos vamos para Miquihuana, allá vive mi suegra, yo ya me muero de ganas de irme pa yá, me encanta ir porque siempre que voy me traigo montones de fibra de ixtle, tendederos, cepillos, pecheras, escobetillas, hamacas y estropajos para vender en el mercado del pueblo la verdad me va re bien porque son rete buenos. Ya me estoy saboreando el dulce de tuna y la mermelada de dátil con el cafecito de olla por las mañanas y el panecito calientito por las tardes. Lo que más me gusta es que de ahí a veces nos vamos a Tula y visitamos La pirámide del Cuizillo y acabamos yendo a La Laguna a pasar un rato divertido con todos mis cuñados y los niños, se pone llenísimo. -¡Mary! interrumpió Catita gritando, ¡ahí va otra cucaracha dale con la escoba! - ¡Pues de donde salen! Gritó Mary, no entiendo de donde salen, por más que guardo el pan de dulce, recojo las boronitas, limpio y trapeo varias veces, siguen y siguen decía mientras con la escoba daba de golpes en el piso, malditas cucarachas, tomen, tomen…pas, pum, tas… se escuchaban los golpes sobre el piso mientras Mariquita brincaba de un lado a otro. ¿Te acuerdas de la prima de Paco?,¡ esta muchacha Sonia!, ¡acuérdate! el muchacho aquel de Tula que hacía las sillas de madera con tejidos de palma vive acá y todos los años va también con su familia a Miquihuana, nos juntamos como 10 familias y todos los días se organiza algo diferente, a los niños les encanta comer en este lugar que le llaman el Ojo de Agua de Gaspar, volar papalotes o subir a la sierra a buscar piñones. Una vez fuimos en Noviembre y nada que mis hijos conocieron la nieve porque ahí cae nieve comadre, es el lugar más alto de Tamaulipas a ese lugar le dicen La peña nevada, no se me olvida la mirada de los chamacos que creían que caían algodoncitos blancos que caían del cielo. Oye Mary fíjate en la cucaracha muerta ¿por qué crees que las cucarachas se mueren panza arriba? Siempre que aparecen muertas están boca arriba te has fijado, ¡hay Cata! pos que observadora pos sí es cierto, siempre aparecen así. Juan el marido de Carmen dice que es porque el veneno ataca el sistema nervioso de las cucarachas y les dan como convulsiones muy fuertes y por eso casi siempre acaban así. Anda tú como inventan cosas, quién sabe si será cierto, pos dirán misa pero lo que si leí es que son capaces de sobrevivir casi un mes sin agua y de dos a tres meses sin comer, se dan sus atracones y se esconden por eso pensamos que nos las acabamos y después regresan. Wakala no quiero ni verlas, ni oírlas aunque al final resulte que sirven para curar algo como casi todos los animales hoy en día. ¿Cata ya viste la hora? ¿La una? Pos a qué horas se me fue la mañana ¡ay comadre! me entretienes hablando de cucarachas y yo sin comida hecha. Nos vemos luego me voy de carrerita…Bye Cata hay hablamos cuando vuelva de Miquihuana y se abrazaron y besaron efusivamente mientras corría cada una a terminar sus labores. Alicia Amelia Villarreal Brictson

Marcelino, nopales y pemoles

Marcelino salió temprano de su casa, aquella mañana se sintió más cansado que nunca. Había sido un año malo para la siembra. Se le estaba haciendo muy complicado juntar el dinero para la comida y las reparaciones que tenía que hacer en el cuartito que había construido apenas hace un año para Beto y José ,sus hijos que tanto adoraba a un lado de la cocina de su casa. No sabía que sucedía, a veces la vida parecía tan dura, tan difícil. Otros días, no podía más que admirar el cielo y las nubes, o agradecer por el olor del orégano, la gobernadora y la damiana que crecían cerca del río y le hacían sentirse lleno de vida, muy cerca de Dios. Todos los días al amanecer, se levantaba con la fe de que el día siguiente sería mejor, sabía que la única manera de no perder la esperanza era teniendo fe. Nada viene de a gratis, repetía, hay que trabajar para tener. Caminó despacio por entre los surcos secos, tenía que traer algo de leña para la estufa de su mujer… que llueva, que llueva la virgen de la cueva, cantaba despacito para sus adentros y a medida que avanzaba su canción iba subiendo de tono, los pajaritos cantan, ¡qué sí!, ¡qué no! … Que caiga un chaparrón (canción popular)…. ¿Qué puedo hacer? Se preguntaba, si no veo como salir de esta situación… no hay semilla para pastizales, ni comida para los puercos, las gallinitas apenas nos dan huevos para desayunar y la ayuda estatal para frijoles y tortillas, lo único bueno es que mis niños tienen escuela, no vivirán lo que nosotros. Desde hacía un mes su tarea diaria era levantarse a cortar nopales, los picaba y los ponía en bolsitas mientras su mujer hacia pemoles con harina de maíz, azúcar y algo de manteca que conseguía por aquí y por allá. Luego juntos, se iban por la carretera a vender lo que podían en largas y agotadoras jornadas. En el pueblo se sentía el desanimo, la gente no veía para cuando se mejoraría la situación. No puedo seguir así se dijo, necesito pensar. Sabía que casi todos sus amigos habían decidido irse de mojados para ver si del otro lado había una oportunidad mejor. Marcelino no quería, había hecho un berrinche de coraje que le había hecho derramar bilis el día que se lo propusieron, conocía las historias de muchos que se habían ido. Unos, nunca regresaron. Otros, se perdieron para siempre, los menos regresaron con dinero para la familia después de 5 o 10 años. Amaba muchísimo a sus hijos y a Candita su esposa, solo de pensar en no verlos le entraban escalofríos y una especie de fiebre en el cuerpo. No sabía leer ni escribir, su mujer si había aprendido y sacaba unos cuantos pesos escribiendo cartas regularmente para los que tenían parientes que se iban de indocumentados. Hacia un gran esfuerzo para que las cosas salieran lo mejor posible. Al amanecer, cuando lo veía inquieto sobre el camastro sobre el que dormían, le decía con una sonrisa de sandia, ¡Dios proveerá, no pierdas la fe! … eso siempre lo hacía sonreír y sentirse mejor. Marcelino se sentó en medio del sembradío sin sembrar y se quedo mirando a lo lejos. El sol brillaba y las nubes hacían formas diferentes, eso lo distrajo por un momento. Una vaca, un perro, una flor decía en voz alta tratando de adivinar… una casa, una gallina, un camión… y sonreía porque algunas nubes no parecían nada pero él, de todos modos les encontraba forma. Respiró hondo, tanto que el pecho casi se le revienta, con mucha atención escuchó a lo lejos el murmullo del río que casi no llevaba agua, pero seguía ahí y se repitió otra vez… ¡Nada viene de a gratis, hay que trabajar para tener! Esta vez en voz alta y con más fuerza. En la mente, tenía a sus hijos jugando entre los árboles por las tardes después de llegar de la escuela, a Candita amasando los pemoles, pronto empezarían las aguas, lo sentía en los huesos. Hay que sonreírle a la vida, es la única manera de salir adelante, hay que estar bien con uno mismo, hay que sacar fuerzas de donde se pueda se decía….de pronto, empezó a silbar, le encantaba silbar muy fuerte todas las canciones que se sabía. Mientras caminaba, le cayó una gota de agua. Volteo al cielo y dijo, ah con que me oíste eee?, tons ¡ahí estas!… y se contestó el mismo, ¡Sí! aquí estoy yo, aquí sigo y seguiré, se agacho para ir recogiendo varitas de madera porque había que cocer los pemoles de su vieja antes de que se hiciera más tarde. Alicia Amelia villarreal Brictson

Cabeza de cacahuate, la princesa y el solecito

Había una vez en un castillo en el país donde todo es posible, un niño con Cabeza de cacahuate, una Princesa y una niña linda tan linda que brillaba como un Solecito. Los tres niños eran hijos de los reyes del lugar. Sus padres los querían muchísimo, tanto que habían dejado de pensar en todo lo que les rodeaba y solo pensaban en los tres niños. El castillo estaba en una colina de pastos verdes, llena de arboles y frutos colgando de sus ramas. En los jardines, se habían sembrado flores bellísimas, rojas, azules, amarillas y moradas. En verano, los niños corrían libres, se daban volteretas en el jardín riendo a más no poder y viajaban en caballos blancos a la orilla del océano donde pasaban horas viendo las olas ir y venir, hasta que caían dormidos en los brazos de sus padres. Los reyes invertían todo su día en disponer de cosas para que los niños crecieran felices. El rey trabajaba mucho, todo el día, desde que el sol salía hasta que se ocultaba, daba muchas órdenes y planeaba muchas cosas para mejorar el castillo. La reina cocía y bordaba, aprendía y realizaba comidas que mantenían a los niños y al rey saludable, por las noches ayudaba a los niños a rezar sus oraciones y les contaba cuentos. Al amanecer, el castillo se llenaba de música porque a Cabeza de cacahuate le gustaba mucho cantar y bailar, su padre le decía Don preguntón porque era muy observador y preguntaba todo el tiempo. Por las tardes, la Princesa armaba torres de piedritas, dibujaba y rellenaba riachuelos de fantasía mientras Cabeza de cacahuate mecía al Solecito brillante en un columpio. Los padres pasaban horas observándolos jugar y crecer, siempre estaban preocupados porque no les faltara ropa lindas, comidas suculentas y libros de lectura con historias de príncipes encantados. El rey era un hombre muy bueno, la reina alegre y amable, pero con tanto trabajo y tantos deberes que atender algo se había ido apagando en sus corazones y como en todas las historias con días buenos y alegres llegaron días tristes. El cielo empezó a ponerse oscuro y el sol dejó de brillar, aún cuando la pequeña Solecito sonreía mucho para mantener la luz en el palacio, las paredes se fueron tornando oscuras y las flores de los jardines se veían de un color amarillento. Nadie sabía que pasaba, pero todos sentían que era algo terrible, lo podían percibir. La reina consultó a un mago que vivía en el castillo, consultó a un médico, consultó a todo mundo pero nadie podía entender que sucedía, era como si el ala negra de una mariposa tapara todo el cielo y las nubes se hubieran tornado grises para siempre. En el castillo, dejó de oírse la música a la que todos estaban acostumbrados y los niños dejaron de jugar en el jardín. Los días pasaron y el rey se puso cada vez más triste, ya no podía ver a su reina sin sentir tristeza, no sabía cómo devolver al castillo su antiguo esplendor. Pensaba, si hubiera sido un dragón lo que empañaba la felicidad hubiera podido sacar su espada y de un solo golpe lo hubiera dejado tirado sin vida, podría haber salvado con facilidad al reino entero del terrible monstruo, pero como no sabía en realidad pasaba no podía remediarlo. Un día de por la mañana, llegó al palacio un caballo negro como la noche. En el caballo, viajaba un hombre vestido de color azul marino con broches resplandecientes, el caballero traía un mensaje para la reina. El mensaje decía así: Si desea que la alegría y la luz regresen a palacio, si de verdad desea volver a ver sonreír a sus hijos y a su esposo, deberá usted permitir que el rey viaje a un lugar muy muy lejano y que se quede allá hasta entender que sucede. La reina tenía mucho miedo, amaba al rey y temía por su vida, lo pensó mucho, habló con el rey y juntos decidieron que debían hacer lo que pedía el mensaje que había traído el caballero azul. El rey hizo sus maletas, se subió en su caballo blanco y partió hacia una tierra desconocida. La reina no supo más de él por mucho tiempo, en ocasiones recibían una nota amarrada cuidadosamente en la pata de una paloma que decía solamente, “estoy bien”. Pasó el tiempo y la reina empezó a acostumbrarse a vivir de aquella forma, sin alegría, sin luz y sin risas y canciones, la tristeza embargaba su corazón y lo llenaba de frio. Al llegar la primavera, un día mientras bordaba junto a la ventana vio entrar una mariposa, la mariposa era de colores increíblemente brillantes y la siguió con los ojos y no pudo más que sonreír, Cabeza de cacahuate que jugaba por ahí la vio también y empezó a perseguirla por la habitación mientras reía quedito, en ese momento, entró a la habitación La Princesa y al ver a Cabeza de cacahuate y a su mamá sonriendo le dieron ganas de dibujar a la mariposa tomo papel y colores y se sentó en el suelo, algo maravilloso sucedió entonces entro la pequeña Solecito al cuarto y un rayo de sol se coló por la ventana y le iluminó el rostro, todos voltearon a verla y sonrieron, la luz había regresado. El cielo se coloreo de azul nuevamente y el palacio se iluminó y a partir de ese día. Con el tiempo la vida regresó al palacio, la reina cuidaba el jardín mientras sus hijos crecían y se hacían mas y mas grandes cada día, sabían que el rey estaba bien y que había aprendido a sonreír nuevamente y en ellos volvió a crecer la esperanza de que algún día regresara a palacio y vivieran juntos nuevamente. Alicia Amelia Villarreal Brictson
Hola a todos, me da gusto estar de regreso escribiendo en mi blog.

lunes, 19 de marzo de 2012

Mi libro tiene una nueva WEBSITE

http://www2.xlibris.com/books/webimages/wd/palibrio/381497/index.html

Publiqué mi libro

http://bookstore.palibrio.com/Products/SKU-000531472/La-inslita-historia-de-Carmen.aspx